El problema de esa Luziana con z, como ella decía, es eso mismo, que decía muchas cosas. Todo con ella tenia un pero y un por qué, siempre una aclaración que en lugar de aclarar oscurecía. Igual así la amé maravillado un par de días, hasta que me harté de su cara, o de lo que hablaba, o de ambas cosas.
El problema de la Luciana con c, porque así me da la gana a mi, es que ni siquiera creo que se llame Luciana, ahora que me siento a escribir sobre ella ni siquiera estoy seguro de que existe. Se que la vi sosteniendo la botella y el cigarrillo con la misma mano, fascinante hija de mil puta maniobra que desempeñaba solo para poder con la otra parar la contusión que le llenaba la cara de sangre. Recuerdo eso, se que lo vi, pero no se si existe.
Y qué diría de esto si existiese, si lo leyera. Se enojaría, gritaría, se burlaría, se iría, volvería, quemaría toda esta mierda y se iría de vuelta. O mostraría el mayor desinterés haciendo uno de sus chistes perversos, una de esas ofensas torpes que sabe que en el fondo hieren, como cuando me dijo que escribo como Arjona.
El problema es que estás ahí para recordarme que jamás podré tenerte Luciana, que duermes aquí con tu pelo largo de mierda que hace que me pique la cara toda la noche y soy incapaz de pedirte que te largues. El problema es que me confundes porque ya no se si te deseo o te quiero matar, no estoy seguro si estas náuseas son de emoción o de asco.
No se si el problema empezó cuando te vi bailar o cuando te vi en el baño con él, o cuando vi que te ibas lejos de mi, o cuando te fui a buscar, ni lo que significa ese dolor de panza que me da cuando dices que me amas.
Ya no se como fue que te volviste un problema, o no se si el problemático que se sale de tema soy yo, pero una cosa si te digo, y en esta te apuesto una de ron a que estamos de acuerdo mi amor. El problema, sin duda, es Arjona.